28/09/2012 INVESTIGACION DE LA
CASTAÑEDA
La historia desconocida del
hospital La Castañeda
Porfirio Díaz abrió el psiquiátrico para celebrar 100 años de la
Independencia; hoy pocos saben que el edificio no se destruyó del todo, la
fachada se trasladó piedra por piedra a Amecameca.

La labor de salvamento la realizó el ingeniero
Arturo Quintana Arioja, quien era dueño de AQ Industrial, empresa dedicada a la
construcción en la rama de la carpintería. Fue él quien compró, en 1968, la
fachada del manicomio y, con un ejército de hombres, se hizo a la tarea de
numerar cada piedra para después hacer la reconstrucción del frontispicio en un
terreno al pie de los volcanes.
Un poco de historia
“En 1968 se estaba construyendo el Periférico, y La
Castañeda estorbaba un poco el trazo de la vía rápida. Mi abuelo Arturo, que
estaba lorenzo de remate dijo: ‘¡No! ¡Cómo vamos a tirar esta maravilla a la
basura!’. Y la rescató”, contó en entrevista con KIOSKO, Ana Paula Fernández
del Castillo Quintana, nieta de Arturo Quintana Arioja.
“La casa en donde mi abuelo reconstruyó la fachada
de La Castañeda está en El Paso de Cortés (a 10 minutos de Amecameca). Se
supone que por ahí ingresó Hernán Cortés a México. Es un paso entre los
volcanes, en donde también hay una cascada que se llama El Salto, de donde baja
el agua y alimenta el río. Tiene una vista impresionante del Popocatépetl y del
Iztaccíhuatl. Ahí también estuvo alguna vez la primera Cervecera de México, que
luego se quemó”, explicó.
De ser testigo de la vida dolorosa de los locos y
marginados sociales recluidos en el manicomio de La Castañeda, la fachada se
convirtió en el frontispicio de una casa para la fiesta y el regocijo. Ana
Paula recuerda que a la mansión llegaban los scouts, invitados por su abuelo,
así como los miembros del clan Quintana, a realizar sus festejos familiares.
“Aquí se casó mi tío Arturo, el hijo mayor de mi
abuelo. Los nietos, de niños, nos fascinábamos con lo que en esa casa ocurría.
Mecano grabó en la finca uno de sus videos. ¿Te acuerdas del comercial de las
pastillas Halls, de un señor que volaba con su paraguas? Pues eso se filmó ahí.
Nosotros fuimos testigos de esos eventos. Era muy divertido, aunque al
principio nos daba un poco de miedo la fachada, porque sabíamos que había sido
la entrada del manicomio”, comentó.
Arturo Quintana Arioja murió en 1986. Su viuda,
Mercedes Peñafiel de Quintana, decidió donar la propiedad a Los legionarios de
Cristo. “No es que la familia tuviera una cercanía muy intensa con los
religiosos, pero los conocíamos bien porque nosotros asistimos a colegios de
legionarios”, dijo Ana Paula, quien es hija de Paz Quintana Peñafiel.
En la actualidad, la fachada es parte de “la casa
grande”, como le dicen los lugareños a la hoy mansión conventual de Los
Legionarios de Cristo, en donde los religiosos realizan retiros espirituales,
convivencias de jóvenes, así como cursos de formación académica.
No hay paso libre, los legionarios son muy celosos
de su vida conventual, pero a lo lejos se puede apreciar aún la majestuosidad
del frontispicio que este 1 de septiembre cumple 100 años.
El progreso porfiriano
El gobierno de Porfirio Díaz buscaba simbolizar la
entrada a la modernidad del país con la construcción de un complejo
hospitalario que igualara los estándares de instituciones psiquiátricas
europeas, en especial los del manicomio Charenton de París, donde vivió sus
últimos años el famoso Marqués de Sade.
La construcción del manicomio mexicano, diseñado
por el ingeniero militar Salvador Echegaray, fue encargada al ingeniero
Porfirio Díaz hijo, quien contó con el apoyo de Luis León de la Barra para
inspeccionar la obra.
El complejo fue planeado para funcionar como un
hospital que propiciara un ejercicio profesional de la psiquiatría.
En esa concepción del hospital influyó de manera
determinante el doctor Eduardo Liceaga, precursor de la psiquiatría moderna en
México.
El manicomio La Castañeda, inspirado en los
principios de Jean-Étiene Dominique Esquirol (1772-1840), quien reformó a la
llamada arquitectura psiquiátrica en Francia, fue inaugurado por el presidente
Porfirio Díaz, el 1 de septiembre de 1910.
La construcción de este hospital psiquiátrico tuvo
un costo de un millón 783 mil 337 pesos y se edificó en los terrenos de una
Hacienda Pulquera, posteriormente Centro Recreativo Campestre, en Mixcoac, que
actualmente es la colonia Lomas de Plateros.
Mixcoac, hace 100 años, era todavía campo y el río
que corría por ahí era natural y no estaba entubado.
En ese hermoso paisaje resaltaba, como una amenaza
a la que todos temían, el manicomio de La Castañeda, que de acuerdo con el historiador
Andrés Ríos Molina, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue el establecimiento
psiquiátrico más importante del siglo pasado en nuestro país.
La fachada de la modernidad
Las historias de los locos de La Castañeda han
trascendido el testimonio documentado. En el imaginario colectivo existe la
idea de que cruzar la fachada del hospital significaba entrar al infierno.
Varios han sido los académicos que se han adentrado
en el estudio de los documentos que del manicomio se preservan en el Archivo
Histórico de la Secretaría de Salud, para ofrecer lecturas serias sobre lo que
ocurrió en el antiguo hospital psiquiátrico entre 1910 y 1968.
Entre esos investigadores destaca Cristina Rivera
Garza (Matamoros, Tamaulipas, 1964), quien escribió la novela Nadie me verá
llorar, cuyo personaje central, Matilda Burgos, es una paciente del manicomio,
y La Castañeda. Narrativas dolientes desde el Manicomio General. México
1910-1930, que es un ensayo histórico editado por Tusquets.
En el ensayo, la autora evitó los lugares comunes
y, sobre todo, recurrir al cliché del paciente “como víctima, inerte y pasivo,
sin ninguna participación en sus procesos médicos dentro del hospital”.
“Al comenzar el siglo XX, el médico se estaba
convirtiendo en psiquiatra y el interno en paciente. Ambos se necesitaban para
completar la construcción de esas identidades”, comentó la escritora consultada
por KIOSKO.
La experiencia del manicomio no es, comenta, una microhistoria
irrelevante en los debates nacionales, por el contrario, la argumentación de su
libro es que trata de uno de los diálogos centrales para la constitución del
régimen no sólo porfiriano sino también de la temprana etapa revolucionaria.
“Cuando se trata de definir qué es lo racional y
qué es lo irracional, que es lo normal y que es lo anormal, no sólo se trata de
una discusión médica, es una discusión política. Y es tal vez la discusión más
importante que tenemos como ciudadanos”, subrayó la escritora.

La Castañeda cumpliría 100 años este 1 de
septiembre. Si bien es cierto que fue derrumbado hace cuatro décadas y en su
lugar fueron construidas las Torres de Mixcoac y una tienda departamental, la
leyenda del manicomio sigue viva en historias fantásticas, algunas reales otras
inventadas. También podemos admirar la fachada original del complejo
arquitectónico que volvió a estar, como en su origen, en un ambiente campirano,
cerca de una cascada y a lo lejos el Iztaccíhuatl.